miércoles, 11 de julio de 2012

Sin más palabras que decir - Cynthia Mendoza

Y ahí estaba yo, en lo en profundo del bosque, nunca supe la razón por la cual estaba ahí, lo único que sabía era que estaba sola, sin ninguna compañía más que la luz de la luna que iluminaba cada paso que daba. Miraba a mi alrededor pero no encontraba más que un paisaje tenebroso, con arboles enormes sin hoja alguna, solo ramas que fácilmente se rompían por lo frágiles y viejas que ya estaban. No importaba cuanto caminara pues parecía no tener fin, el viento soplaba cada vez mas fuerte produciéndome un frió intenso.

Aun así continúe mí camino; recuerdo que estaba descalza y tenía mis pies heridos por las rocas que pisaba, pensé en descansar pero un sonido extraño se escucho detrás de mí, un poco lejos. Voltee pero los arbustos obstruían mi vista y no logre ver nada, eso me puso algo inquieta. Ya no podía caminar mas, mis pies estaban muy heridos, me senté y volví a escuchar ruidos pero ahora cada vez más cerca. El pánico me envolvía, seguí observando por todas partes hasta que alcance a percibir una silueta negra, era enorme, flotaba y en una de sus huesudas manos tenía una guadaña que chorreaba en sangre, me asuste tanto que no me importo cual lastimada y agotada estaba, salí corriendo desesperada.

Ya después de tanto correr me detuve, mire hacia atrás pero no había nadie, volví la mirada hacia enfrente y él estaba frente a mí con la cara descubierta y me dijo con una voz sobrenatural –¿Ella o tu?-, era lo más horrible que haya visto: su carne putrefacta y sangrante, era tan aterradora que caí desmayada.

Entonces desperté… sorprendida descubrí que estaba en mi casa sana y salva; al parecer todo había sido una pesadilla, me sentí tan aliviada, pero no dejaba de pensar en cual real me sentía en el bosque, me levanté agache la mirada y vi mis pies heridos y sangrando, estaba tan asustada y confundida, no podía encontrar una explicación lógica a eso, lo único que pude hacer en ese momento fue curar mis heridas.

Fui a la sala y ahí estaba mi familia, todo estaba tan normal que a pesar de lo mucho que me perturbaba lo que me había pasado, estaba dispuesta a olvidarlo.

Esa tarde me la pase con mi mama en la casa ayudándola hasta el anochecer, y como me había cansado me fui a dormir temprano. Cuando desperté estaba de nuevo en el bosque. Me asuste tanto que pensé que era otro sueño pero todo lo que ocurría era tan real que no sabía qué hacer, se repitió todo lo que había soñado la vez pasada y recuerdo que la silueta no dejaba de mencionar lo que dijo la primera vez –¿Ella o tú?.

Al día siguiente desperté de nuevo en mi casa, sentía que me volvía loca, fui con mi madre y ella, molesta, me preguntó que por qué ya tenía tiempo que no la ayudaba en la casa. Me quede tan confundida, ¿Qué acaso ese día jamás pasó?, ahora sentí como si estuviera en otro sueño, ya no sabía cuál era la vida real, cada vez me sentía más desesperada por todo lo que pasaba y cada noche era lo mismo: aparecía en el bosque viendo esa siniestra silueta mencionando la misma frase pero cada vez más insistente, ya no podía más. Hasta que un día amanecí y baje a la cocina. No sé por qué mi madre comenzaba a discutir conmigo pero como yo estaba tan alterada por todo comencé a gritarle, ella me dio una bofetada y yo enloquecí, tome un chuchillo y se lo clave en el corazón, ella cayó sangrando y yo, al ver lo que había hecho, me tire al piso y cerré los ojos esperando que éste fuera uno más de esos horribles sueños, pero al parecer estaba equivocada, entonces voltee a verla y vi que la silueta estaba hincada a lado de mi madre ya muerta. Con una sonrisa tan siniestra me dijo: -Has elegido.

Una vez más desperté, pero ya no en el bosque ni en mi casa, ahora estaba rodeada de paredes blancas que me asechan día a día. De haber sabido a que se refería esa silueta, hubiera sido yo, pero ahora… sin más palabras que decir me alegro de que todo acabará.

Cynthia Mendoza, México DF. 2012